Espacio Público y Participación Ciudadana: ¿administrar, controlar o potenciar?
Este texto es un extracto de mi trabajo de investigación: Espacios Sensibles – Hibirdación físico-digital para la Revitalización de los Espacios públicos (Domenico Di Siena) (18832 descargas )
Los espacios públicos convencionales han ido perdiendo su utilidad como espacios de relación y participación ente otras cosas por la obsesión por el control de los responsables políticos y gubernamentales que inevitablemente reduce las opciones de uso: una plaza es un espacio público, pero una plaza con un control estricto de una autoridad deja de ser un espacio público (Juan Freire).
La realidad actual es sumamente compleja y ha superado a los responsables encargados de gestionarla. Estos señores hace ya tiempo que han asumido que los espacios públicos no son políticamente rentables y actúan en consecuencia, con miedo.Este miedo a perder el control, a meterse en el barro y mancharse, hace que las iniciativas tiendan a restringir las posibilidades de los espacios y a catalogarlos de manera que su uso esté definido y acotado, frente a la infinidad de situaciones que se pueden producir en un contexto con tantos elementos distintos las autoridades han decidido simplificar y podar, reducir la complejidad en lugar de estudiarla y potenciarla, legislando desde la restricción.
Sin embargo hay que tener en cuenta que la vigilancia no tiene porque ser un mal. Todo depende del proceso que tiene detrás y del papél que juegan en él los ciudadanos. Jane Jacobs (1961), una importante defensora de los espacios públicos, argumenta que la seguridad en las calles, por vigilancia y mutuo control, suena mal en teoría; en la vida real no es un mal, es central para mantener la apertura y el uso público de las calles. El requisito hístorico para que que esa vigilancia exista ha sido la presencia de una cantidad sustantiva de tiendas y otras actividades en la calle, pero tambien la presencia de una identidad local reconocible y reasegurante en sus caracteristicas. El problema de muchos espacios públicos es justamente la falta de esa identidad que historicamente le han dado sus vecinos cuando en su estilo de vida se contemplaba por alguna u otra razón vivir algún tipo de relación con los vecinos en ese mismo espacio público. Desafortunadamente hoy muchos responsables poliíticos considerar el espacio público ideal el que está ordenado, limpio y prácticamente vacío.
Asistimos a una creciente imposición del “orden público” en numerosos espacios de nuestras ciudades (precedidas hace ya bastantes años por las experiencias en ciudades del extranjero, como el Nueva York del alcalde Rudolph Giuliani), en una deliberada política de expulsión de todo lo que pueda parecer sospechoso, especialmente en relación con el nuevo enemigo público de los llamados “antisistema”, confirmando que el espacio público está “confiscado” en cuanto decidir por parte de unos pocos qué es posible que ahí acontezca, cada vez más dominados por la paranoia de la seguridad.
Como resultado nos encontramos con propuestas cada vez más aceptadas (o asumidas) por los mismos ciudadanos de dinamicas de control por algún tipo de autoridad.
…durante varias décadas las políticas urbanas y territoriales han abandonado los espacios públicos (salvo para sus usos como espacios de ocio y de consumo cultural). Las ofertas privadas (desde centros comerciales a grandes eventos) se han convertido en el sucedáneo de los espacios públicos: permiten experiencias colectivas pero no la participación y usos abiertos.
Parece que la lógica económica detente la dirección estratégica de toda actividad pública; el marketing urbano, la ciudad-marca (branding), la tematización de los lugares con densidad histórica, artística o paisajística, la obsesión por la competitividad entre ciudades, proceden de este imperialismo de la economía empresarial, activamente impulsado por todo tipo de “expertos” especializados en un adoctrinamiento a partir de esquematismos simplistas y con argumentos lastimosamente pobres.
Siguiendo con lo que comenta Eduardo en la entrevista que tuve la oportunidad de hacerle personalmente hace unos años, podemos decir que la gestión pública si en algunos procesos urbanos desaparece, sin embargo si actúa claramente en los procesos de gentrificación, conocidos ya desde principios del siglo XIX, poniendo en marcha grandes concentraciones de capital económico así como recursos técnicos, jurídicos, policiales que no están al alcance de los promotores privados (…) A ello se suma la obsesión por capturar el capital social difuso y transformar toda manifestación cultural, proceda de los ámbitos académicos o de la espontaneidad popular en señas de identidad que lo singularicen como mercancías a ofrecer en el mercado del imaginario colectivo (es lo que corrientemente se llama “poner en valor “), especialmente de cara al turismo, pero progresivamente extendido a muchos tipos diferentes de mercancías experienciales e incluso con ambiciones de creación artística.
Los proyectos y la gestión de los espacios públicos y de los equipamientos colectivos son a la vez una oportunidad de producir ciudadanía y un test del desarrollo de la misma. Su distribución más o menos desigual, su concepción articuladora o fragmentadora del tejido urbano, su accesibilidad y su potencial de centralidad, su valor simbólico, su polivalencia, la intensidad de su uso social, su capacidad de crear empleo, la importancia de los nuevos públicos de usuarios, la autoestima y el reconocimiento social, su contribución a dar sentido a la vida urbana… son siempre oportunidades que nunca se deberían desaprovechar para promover los derechos y deberes (políticos, sociales, cívicos) constitutivos de la ciudadanía. (…) Las Administraciones públicas en un Estado democrático tienen que asumir como una de las fuentes de su legitimidad el promover una política de ciudad que produzca espacios públicos ciudadanos. No son por lo tanto admisibles grandes proyectos urbanos que no integren objetivos sociales y ambientales que amplían la ciudadanía en cantidad y calidad.
Jordi Borja (1)
Es muy importante no solamente hacer participes los ciudadanos sino también confiar en el capital creativo de las personas, de cada una de ellas, y estimular nuestra capacidad de ponerlo al servicio de los entornos en los que convivimos, ¿no fue este el origen de las ciudades?
Cuando se habla de espacio público y de su capacidad (o menos) de promover la integración a través dl habitual proceso de educación social colectiva que en el se desarrolla, me gusta recordar lo que dice Miguel Martinez: yo creo que la mezcla social, la convivencia social, es muy positiva, siempre, ahora bien.. yo creo que lo importante es que la sociedad sea justa en un sentido muy general, el espacio es una expresión más de esa sociedad, puede ser una expresión muy importante en algunos lugares, yo creo que el espacio me permite hacer una manifestación, si quiero hacer una manifestación. Quiero sentirme a gusto, hablando con gente muy diferente, distinta, quiero aprender cosas, que la gente vaya y se exprese y haga lo que le apetezca. Artísticamente, o lúdicamente, o económicamente, incluso, me parece que la economía informal no es una cosa negativa en si misma ¿No?. Habría que analizar otra aspecto distinto de esto , la gente está ahí o qué importa eso en la economía formal ¿no?
Hay mucho que hacer en los temas de diseño urbano, sobre todo introduciendo nuevos intereses en el proceso de planeamiento y de decisión pública, ya que en este proceso hay una sobre-representación de los intereses de los propietarios del suelo y otros agentes, intereses legítimos, pero también hay que atender a intereses sociales sub-representados por falta de individualización de los agentes que pueden intervenir en el proceso en su defensa. Por eso es importante introducir la participación ciudadana, es un reto que aparentemente puede pensarse que introduce lentitud en el proceso, cuando en realidad estoy convencido de que supone una mejora sustancial de la forma de hacer ciudad y de su resultado práctico. Ahí la perspectiva del usuario tiene que pasar a primer término porque hoy tenemos más capacidad de conocer e investigar los usos que se hacen de la ciudad, los flujos y los intercambios.
Jordi Borja nos recuerda claramente que el dilema del urbanismo actual es pues si acompaña a los procesos desurbanizadores o disolutorios de la ciudad mediante respuestas puntuales, monofuncionales o especializadas, que se expresan por medio de políticas sectoriales, sometidas al mercado y ejecutadas por la iniciativa privada. O si, por el contrario, impulsa políticas de ordenación urbana y de definición de grandes proyectos que contrarresten las dinámicas perversas y que se planteen el hacer ciudad favoreciendo la densidad de las relaciones sociales en el territorio, la heterogeneidad funcional de cada zona urbana, la multiplicación de centralidades polivalentes y los tiempos y lugares de integración cultural. Una cuestión clave para evaluar las políticas urbanas y entender cómo responder a este dilema es analizar los proyectos urbanos y ver la consideración que merecen los espacios públicos en los mismos. (1)
Según Ramón López de Lucio podemos tener claros algunos objetivos:
– Impulsar el planeamiento y los órganos de gestión urbanística a nivel metropolitano/regional, limitando la autonomía decisoria de las entidades locales (que en una situación de movilidad ampliada se comportan como actores competitivos a la búsqueda de las mayores cuotas de desarrollo e inversión pública o privada, sin considerar en absoluto las externalidades o deseconomías que ello pueda originar).
– Limitar la capacidad sectorial autónoma de las agencias estatales o provinciales de Obras Públicas que, indefectiblemente abogan por la progresiva generalización/ampliación de los concebidos modelos radiocéntricos (radiales y anulares) de autovías.
– Plantear como alternativa el planeamiento conjunto de sistemas de transporte colectivo y de los usos del suelo a nivel regional, configurando pasillos de desarrollo con concentraciones densas de empleo y residencia entorno a las estaciones del sistema. La experiencia de Curitiba puede ofrecer pautas bien contrastadas.
– Defender la ciudad central como lugar de concentración de empleos públicos y privados, así como de actividades culturales y educativas de todo tipo (universitarias, de especialización, de I + D). Esto puede implicar resistir las tentaciones “modernizadoras” que ofrecen las imágenes al uso de nuevos centros administrativos o campus universitarios suburbanizados y “verdes”.
– El control de las posibilidades de aparcamiento en las áreas centrales y en los subcentros urbanos bien servidos por transporte público es uno de los mecanismos más eficaces de vigorizar el espacio público. Siempre que se niega una política consecuente de restricción en las posibilidades de localización exurbanas de actividades competitivas con vastas playas de aparcamiento gratuito.
– Plantear políticas de densificación residencial y de complejidad funcional (conservación de la diversidad de actividades generadoras de empleo que resulten compatibles con la vivienda) en las extensas periferias urbanas próximas creadas a lo largo del siglo XX. Estas políticas deben implicar medidas de fiscalidad capaces de movilizar las parcelas y suelos vacantes a precios razonables, complementadas por legislaciones expropiatorias progresivas.
– Generalizar políticas de recuperación de las expansiones urbanas irregulares que pasen por su reurbanización y reequipamiento, dotación de transporte público y estímulo a la distribución comercial a nivel de barrio.
– Como medida singular, la restricción de las posibilidades de implantación de nuevos grandes centros comerciales y de ocio de emplazamientos periféricos es posiblemente la más eficaz de cara al mantenimiento de un espacio urbano público atractivo. Como instrumento se aconseja la redacción de Planes Especiales de Equipamiento Comercial de ámbito metropolitano / regional, que analicen las necesidades y potencialidades de cada distrito urbano y que racionalicen, a nivel global, la política de concesión de licencias. La experiencia europea permite afirmar que las redes estructuradas de supermercados de proximidad (entre 400 y 1000 m2 de superficie de venta) y de superficies medias especializadas o franquiciadas, pueden ofrecer precios tan competitivos como los de las grandes superficies, sin los inconvenientes de éstas. (2)
1 – Ciudadanía y espacio público, Jordi Borja (Publicado en VVAA, Ciutat real, ciutat ideal. Significat i funció a l’espai urbà modern, “Urbanitats” núm. 7, Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, Barcelona 1998)
2 – Ramón López de Lucio, Madrid 2000. Este texto fue presentado y comentado durante el Seminario Internacional: “La Ciudad: acciones para su transformación. Estrategias proyectuales: Madrid – Buenos Aires”. 20 al 24 de octubre de 2003. Organizado por la FAU-UB y el Grupo de Estudios Urbanos, contando con el auspicio institucional de la Embajada de España, el Consejo Profesional de Arquitectura y Urbanismo y la ETSA de Madrid.
fuente imagen: http://www.arquitectitis.com/
Trabajo de investigación: Espacios Sensibles
Este texto forma parte de un trabajo de investigación desarrollado por Domenico Di Siena en 2009, en el ámbito de sus estudios de doctorado en la Universidad Politécnica de Madrid.
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Entrevistas a expertos, profesionales e investigadores
– Francesco Cingolani | @immaginoteca
– Alfonso Sánchez Uzábal | @skotperez
– Andrés Walliser | Sociologo Urbano
– Adolfo Chautón | Geógrafo Urbano
Algunos de los apartados de la investigación:
– Espacio público | Espacio jurídico y político donde ejercer la ciudadanía
– Espacio público cómo espacio de comunicación (libre)
– Espacio público como lugar de construcción de ciudadanía
– Espacio de Libertad y Libre Circulación
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