Inteligencia Colectiva: entrevista a Domenico Di Siena
Hace un año recibí una invitación por parte de Amalio Rey a contestar a una serie de preguntas sobre Inteligencia Colectiva, con la ocasión de un trabajo de investigación que Amalio está desarrollando para luego plasmar en un libro sobre este interesante tema. El intercambio ha sido muy interesante y generó un post que Amalio publicó hace ya unos 8 meses en su blog sobre Inteligencia Colectiva.
Quiero agradecer a Amalio por el interés mostrado por mi opinión y sobretodo por su fantastico trabajo en editar el texto de la entrevista, que ahora me permite tener una documentación muy valiosa de mi pensamiento sobre procesos de Inteligencia Colectiva. Espero que lo disfruten.
A continuación el texto con la entrevista.
1. ¿Qué ejemplos de éxito me podrías comentar de Inteligencia Colectiva (IC)?
En Madrid he tenido la suerte de conocer diferentes procesos colectivos que han llevado al nacimiento de nuevos espacios urbanos de calidad. Entre ellos destaca El Campo de Cebada y Esta es una Plaza. Ambos son el resultado del trabajo colectivo y auto-organizado de muchas personas con una gobernanza basada en un sistema asambleario. El primero se encuentra en el pleno centro de la ciudad y ha alcanzado por ello un carácter metropolitano. El segundo está en el barrio de Lavapiés y es menos conocido así que conserva un carácter más local.
Es interesante hacer una reflexión sobre algunas diferencias entre los dos. La gestión del primero, con su carácter más metropolitano, acaba siendo más difícil. El problema fundamental viene de la incapacidad por la asamblea que gestiona el espacio de asumir un tipo de visita que llega “desde lejos” y no necesariamente se responsabiliza por su mantenimiento. Los fines de semana este espacio es usado por muchas personas que posiblemente no son del todo conscientes del esfuerzo de gestión que requiere. Estos visitantes, seguramente reconocen que se trata de un espacio diferente, sobre todo por su carácter inacabado y en continua evolución. Seguramente reconocen su carácter “ciudadano”, sin embargo, acaban usándolo con la misma actitud pasiva que tienen en cualquier otro lugar de la ciudad, donde estamos acostumbrados a pensar que siempre hay alguien que se encarga de su mantenimiento. En la otra iniciativa, “Esta es una Plaza”, sin embargo, el carácter local es mucho más evidente y el espacio transmite desde el principio la existencia de una comunidad que se hace cargo de él.
En el ámbito urbano la reflexión sobre Inteligencia Colectiva nos lleva necesariamente a reflexionar sobre la relación entre lo público, lo común y lo privado. En los ejemplos que te cité, el elemento más problemático está justamente en la dialéctica que existe entre la esencia de un espacio público que sin embargo es gestionado por una comunidad, aunque se haga de forma abierta e inclusiva.
2. ¿Recuerdas algún fracaso y las razones de por qué no fue bien?
Personalmente he vivido varios fracasos. Recuerdo un proyecto que al final no salió adelante porque nos juntamos personas con afinidades personales, pero nos faltaba una visión compartida. En el fondo, nuestras visiones individuales sobre el proyecto eran demasiado diferentes y el “compromiso” sobre una propuesta común se alejó demasiado de los objetivos de cada uno, de manera que nadie se sentía realmente emocionado con las propuestas que salían de la construcción común. Creo que es importante para la inteligencia colectiva acordar un objetivo o propósito compartido lo más rápido posible. Luego es bastante probable que vaya cambiando, pero es justamente ese recorrido común lo que hace que pertenezca (emocionalmente) al grupo. Eso es posible cuando todos pueden reconocerse en el punto de partida.
Otro proyecto seguía una idea muy sencilla: juntarnos a hablar sobre innovación pedagógica. Tras el primer encuentro no se definió una estructura, pero se acordó que en cada reunión se empezaría desde cero, que no habría un tema decidido, ni un orden del día predeterminado, de forma que cada nueva persona que llegara tuviera el mismo “derecho” de proponer temas. Además, no se llegó a establecer un ritmo de quedadas, ni siquiera un lugar fijo. Todo se acordaba directamente online. Recuerdo que en las últimas reuniones se generó una polémica por la decisión de abrir una cuenta de Twitter y una página web, que de hecho nunca llegaron a funcionar. Todo había ido de forma absolutamente distribuida, así que la apertura de una cuenta en Twitter y una página web generaba necesariamente una centralización y una identidad clara. En las últimas reuniones participaron cada vez menos personas y la razón fue, a mi entender, que el propósito de debatir sobre nuevas pedagogías se había agotado, pero las grandes sinergias personales que habíamos generado hicieron que quedáramos en otros contextos, e incluso iniciar nuevos proyectos juntos. Perdimos el interés en los encuentros porque encontramos algo más valioso: las personas. Bastantes proyectos y sinergias nacieron y se consolidaron gracias a esas reuniones.
3. ¿Qué factores determinan, a tu juicio, que un grupo sea más inteligente colectivamente?
Es difícil definir unas variables. Vamos a ver, lo primero que veo fundamental es la capacidad de cada persona de entender la Inteligencia Colectiva, o cualquier proyecto colectivo, como un proceso de aprendizaje. Otro es el propósito. Si no está claro desde el principio, o no se consigue rápidamente un consenso sobre el propósito, es más probable que el proceso no se desarrolle bien.
También influye la capacidad de colaboración, que podríamos entenderla como la “inteligencia colaborativa” asociada a la conciencia de red. Esto tiene alguna relación con la “inteligencia emocional”, y, por tanto, con la empatía. De forma intuitiva diría que una persona empática suele tener una buena inteligencia colaborativa. Pero en la realidad cuesta que la gente entienda que no existe la verdad absoluta, entonces cada persona supone que su propuesta es la mejor de todas. Sin embargo, no es así como se construyen estos procesos. Cada participante debería ver su idea como un ladrillo que pone a disposición de todos para seguir reflexionando juntos, en vez de un punto de llegada.
4. ¿Cuándo una decisión colectiva se puede considerar “estúpida”? ¿Cómo definirías a la “estupidez colectiva”?
Definir estupidez colectiva es igual de difícil, o incluso más, que inteligencia colectiva. Para mí, puede ser ese proceso en el que los participantes no están creando nada nuevo juntos, sino simplemente conformándose con la idea o propuesta que parece compartir la mayoría. Tiene que ver con cierta situación de confort que impide avanzar colectivamente. Si no se crea algo nuevo que no existía antes de juntarnos, me parece un proceso estúpido.
Antes de nada, yo tengo mis dudas sobre si el filtro deberíamos ponerlo en el resultado, o más bien en el método o proceso seguido. A menudo esos resultados que parecen estúpidos, porque como tú sueles decir “van en contra de los propios intereses del grupo”, no se han generado por dinámicas realmente colectivas, sino que consisten en elegir entre opciones creadas por otros. Por eso, para mí, es el método lo que importa; así que la estupidez colectiva se da cuando un grupo no es capaz de construir su propio universo de opciones.
Esto conecta con el imaginario que tenemos sobre cómo llegar a soluciones colectivas. En este sentido quizás nuestra principal referencia es el modelo democrático. De hecho, se suele confundir la inteligencia colectiva con la democracia, olvidándonos que en un proceso de votación por mayorías vs. minorías no estamos creando colectivamente nada nuevo, sino eligiendo entre opciones que ya se conocían.
5. Parecen haber pocos casos de éxito de IC basada en la colaboración a gran escala y, los que hay, son siempre los mismos (Wikipedia, Linux, etc.). Esto me lleva a preguntarme si esa carencia responde a un fallo estructural, a que probablemente no es viable debido a los altos costes de coordinación que implica: ¿qué piensas tú?
Por supuesto que creo en la posibilidad de la colaboración a gran escala. Es más posible si el proceso de instigación no está centralizado y se desarrolla en red, de forma distribuida. Para mí un ejemplo claro es el movimiento de ocupaciones de las plazas en España en mayo de 2011, que acabó concretándose en lo que hemos llamado el #15m. Lo mágico de la propagación distribuida es que permite a cualquier persona sumarse con su propio punto de vista, e inventarse la forma en la que quiere colaborar.
Yo creo que uno de los problemas viene de confundir redes y comunidades. Si en un proyecto a gran escala pretendes generar una comunidad sólida, en torno a una marca o identidad, eso suele generar tensión con la idea de que las personas se sientan realmente autónomas. Una “comunidad” necesita un enorme trabajo de coordinación, que crece de forma exponencial con el aumento del número de participantes. Una “red”, sin embargo, funciona de un modo más laxo, no hace falta tanta coordinación, aunque sí una buena infraestructura de información.
Cuando pertenezco a una Comunidad en realidad también participo y acepto una identidad común que difícilmente puedo contribuir a cambiar. Sin embargo, en un ecosistema de Red, no tengo que esperar la autorización de nadie, siempre estoy autorizado a hacerlo, lo único que tengo que conseguir es el suficiente apoyo dentro la red para que sea un proceso colectivo y luego para que pueda ser asumido por el resto de los participantes.
En un proceso de Comunidad se promueve una actitud pasiva, donde de forma espontánea todos sus miembros tienden a evitar los enfrentamientos o posiciones muy alejadas del posicionamiento de las mayorías. En procesos más en red, y distribuidos, se genera un ambiente más abierto donde la divergencia no se ve como algo tan problemático.
El modelo de Linux da muchas pistas de cómo puede funcionar un modelo realmente distribuido. Se trata de generar nodos conectados e independientes pero que trabajan y reman en una misma dirección. Hasta ahora este modelo no está muy difundido, pero empiezan a aparecer tecnologías como el Blockchain que pueden facilitar esa forma de trabajar.
6. Y en el contexto de las redes, con ese funcionamiento más laxo que propones, ¿cómo se construye la percepción de una identidad o conciencia colectiva?
Me parece interesante insistir en el papel de la opinión colectiva (diferente de la Inteligencia Colectiva) y en cómo superar su supuesto peso legitimador. Nuestro ecosistema de convivencia está basado en la percepción de la opinión colectiva/pública como elemento agenciador de la realidad. Es decir que nuestra relación con los otros, y los territorios en los que habitamos, tiene mucho que ver con aquella que creemos que es la visión de los otros, además de nuestra propia visión. O sea, creamos una realidad a partir de lo que pensamos que opinan los otros sobre ella, y ahí los grandes medios de comunicación (así como las redes sociales e Internet) tienen una enorme influencia.
Por eso, toda la reflexión sobre la IC requiere un cambio de contexto donde se pueda dar valor directo a la acción, y por ende deberíamos poder tener una infraestructura cívica menos dependiente de los representantes y de los mecanismos de representatividad. En definitiva, desligar la creatividad e innovación de los complicados procesos de legitimidad personal y colectiva.
Me parece que un problema de fondo es la incapacidad de asociar Participación con Empoderamiento y Co-responsabilidad. Incluso cuando se hace Crowdsourcing, se trata de procesos donde existe un centro responsable y una periferia que participa, sin hacerse responsable de las decisiones y de la gestión. Es un problema cultural y estructural de la sociedad. Pasar a responsabilizarnos por cosas que la sociedad nos ha enseñado a considerar responsabilidad de otros, o de todos que al final es de nadie, es un proceso muy complicado.
Deberíamos olvidarnos de hacer referencia a la ética democrática y tomar más en consideración la ética hacker y anarquista. Me refiero a la capacidad de generar un equilibrio entre la acción estructurante que puede estar promovida por instituciones representativas, y la acción de participantes que no necesariamente se reconocen como representados o pertenecientes a ellas.
7. Algunos se quejan, no sin razón, de que las consultas colectivas suelen generar soluciones previsibles, e incluso cierto aplanamiento mediocre de las ideas como si tendieran a “nivelar hacia abajo” ¿estás de acuerdo con eso? ¿será que la innovación radical es incompatible con la IC?
Efectivamente, entiendo que la IC puede generar dinámicas niveladoras, algo que ocurre sobre todo cuando se empiezan a dar situaciones de agregación alrededor de posiciones mayoritarias sin dejar espacio a lo nuevo y lo diferente que es considerado como “problemático”, justamente porque podría alejar al grupo del equilibrio encontrado en torno a las mayorías. De hecho, sabemos que en democracia cuando hay percepción de que las cosas van bien, la mayoría nunca apuesta por propuestas más radicales.
Volviendo a la idea de que la Estupidez Colectiva depende de cómo se desarrolla el proceso, diría lo mismo aquí, es decir que el carácter no innovador de la IC depende también de eso, del mecanismo seguido. Un proceso de IC puede ser totalmente minoritario y sin embargo estar totalmente legitimado. La ética hacker es un buen ejemplo, donde se da mayor peso y responsabilidad a las personas que se activan, frente a las pasivas, siempre y cuando el proceso se mantiene abierto, inclusivo y transparente.
8. Pero vuelvo a la pregunta que me ronda en la cabeza desde hace rato, mientras te escuchaba: ¿Y qué hacemos con la inteligencia colectiva en los procesos de toma de decisiones a gran escala, si descartamos las lógicas democráticas? ¿No corremos el riesgo de que eso nos conduzca a un escenario aún peor, lleno de manipulaciones?
Creo que el punto clave está justamente en el hecho de que para mí la Inteligencia Colectiva tiene muy poco que ver con la toma de decisiones. Yo la veo como un proceso previo a la toma de decisiones, que es una tarea más asociada con la gobernanza. En Civicwise, de hecho, hablamos de “madurar decisiones” en lugar de “tomar decisiones”. Lo que buscamos con estas lógicas de IC es que la toma de decisión no llegue “en frío”, con independencia del mecanismo que se utilice después para decidir.
Me parecen ejemplos perfectos los casos del referéndum de Colombia, el Brexit y ahora Cataluña. En todos ellos se ha simplificado de una forma diría casi irresponsable toda una serie de cuestiones alrededor de una única decisión, que además está generando un proceso de Estupidez Colectiva, tal como te explicaba antes, porque aumenta esa actitud de las personas a sumarse a una postura “simplificada” en lugar de sentirse interpelada a crear algo nuevo colectivamente.
Por supuesto, siempre al final hay que tomar decisiones y para ello están las estructuras democráticas. Pero antes, hay que crear las condiciones para madurar decisiones y generar procesos de Inteligencia Colectiva que sirvan para trabajar los posibles escenarios de manera que cuando se tome una decisión, esta pueda ser mucho más compleja.
9. Como ya hemos hablado tú y yo en otras ocasiones, los bajos niveles de participación suele ser un problema frecuente en los procesos colectivos. Por ejemplo, en proyectos de gestión pública que convocan a la ciudadanía, los porcentajes de participación suelen ser frustrantes: ¿Por qué es tan baja?
Quizás el problema esté en que yo no considero las iniciativas clásicas de “Participación Ciudadana” como procesos de Inteligencia Colectiva. Una explicación es que a menudo esas dinámicas siguen buscando legitimación democrática y representativa, y yo no creo que la Inteligencia Colectiva pueda ser un proceso democrático, y ni tampoco basado en la representatividad. Quizás merece la pena aclarar que no digo que la Inteligencia Colectiva sea antidemocrática, sino que su lógica no tiene nada que ver con las practicas del voto democrático o la legitimización a través de mayorías.
Me encuentro a menudo con procesos en los que se propone algo a lo que simplemente hay que sumarse, y que en línea general ya está definido por otros. Puede haber cierta posibilidad de influencia en la decisión, pero en el fondo el margen de cambio es tan reducido que seguimos estando en una situación de “subordinados”. La transformación real se da cuando estos procesos tienen que ver con una creación colectiva, que devuelve a los ciudadanos el protagonismo sobre la identidad y la vida del territorio que habita.
El problema surge cuando intentamos buscar la legitimidad a través de procesos de votación, sin relacionarlos realmente con procesos de “creación” contextualizados. Es el caso de muchas propuestas de los llamados ayuntamientos del cambio. Ciertamente es interesante la apertura a la participación que proponen a través de plataformas web donde lanzar proyectos ciudadanos que luego son votados y una vez seleccionados, financiados. Sin embargo, nunca nos tenemos que olvidar de la necesidad de generar procesos de creación/construcción/transformación colectiva, más allá de proponer y elegir. También falta contextualizar más en el territorio, con prácticas de aprendizaje colectivo y de pedagogía urbana.
Por ejemplo, me parece muy interesante el trabajo del Ayuntamiento de Madrid que está empezando a impulsar procesos de participación mucho más híbridos, combinando las consultas digitales con acciones más enfocadas a la creación colectiva como son los programas Experimenta Distrito, Madrid Escucha, o el recién estrenado Imagina Madrid que, por primera vez en España, promueve un concurso con un enfoque colaborativo en lugar de competitivo.
>>>>>>>>>>>> Si te interesa la Inteligencia Colectiva, también puedes leer más articulos de mi blog sobre este tema.
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