Fragmentación del espacio urbano, identidad y condición “glocal”
La ciudad acoge, estructura y legitima a las diversidades proporcionando espacios públicos capaces de interceptarlas y actualizarlas, además de poner a las diversidades mismas en contacto primero físico y después en red comunicativa…
Las partes nuevas periféricas de las ciudades, aparecidas por doquier después de los años cincuenta, son en buena medida aglomeraciones de los espacios privados realizados con la convicción de poder construir a la ciudad como simple suma de casas. Carentes de una dimensión pública, estas periferias han perdido no sólo el espíritu de la ciudad, sino también su identidad.(AMENDOLA, Giandoménico. La Ciudad Postmoderna. Madrid. Celeste, 2000)
El resultado de estos nuevos modelos urbanos es que cada día grandes masas de gente se mueven con relativa facilidad de un lado a otro de un mismo área metropolitana, provocando una fuerte distorsión en su relación con el entorno físico. Vivienda y trabajo ya pueden estar a quilómetros de distancia. Lo que importa es el tiempo de desplazamiento. Lo físico ya no es un elemento (dimensión) continuo sino más bien algo fragmentado donde solo reconocemos puntos. Entre ellos el lugar de trabajo y el hogar. Este último se convierte en un pequeño reino donde todo está a nuestro alcance.
La ciudad, con respecto a la periferia o al mundo rural, me ofrece puntos (nudos) mejor equipados, nudos con acceso privilegiado a otros puntos y una mayor velocidad para moverme entre ellos. Pero lo que es el espacio público en si, ha perdido importancia, tiende a ser “más pequeño” y vacío. Vivir un espacio urbano, pierde importancia. Más que “estar” en los espacios urbanos nos movemos entre ellos. Nos movemos continuamente de un punto a otro, cada punto con sus características claras y bien definidas y con un cierto tipo usuario.
Las relaciones sociales, la familia, los amigos y conocidos representan algo necesario, algo que sigue definiendo una cierta calidad de vida. Estas relaciones hoy en día no necesitan de un espacio físico continuo para su desarrollo, solo necesitan lugares (puntos) de encuentro (casa, bar, restaurante) y una buena (y barata) tecnología de comunicación (teléfono, móvil, internet…). Ya no es necesario vivir en un mismo barrio, misma ciudad, ni siquiera en la misma región para conservarlas.
La estructura por puntos, frente a una estructura continua disminuye el nivel de diversidad y de complejidad. A una menor diversidad y complejidad le corresponde una mayor necesidad de movimiento. Cada punto tiene su función y su identidad. Todo está organizado y es fácil de encontrar e identificar. Sin embargo si se busca “diversidad” es obligatorio moverse entre puntos diferentes. La mayoría de estos desplazamiento se hacen con medios de transporte y con una velocidad que no permiten relacionarse con el entorno. El desplazamiento rápido es una actividad excluyente, no permite hacer otras cosas, otras actividades. Sólo tiene un inicio y un fin, sin posibilidad de una “sorpresa”, de un cambio. Todo esto supone un empobrecimiento de los espacios intermedios, los espacios que relacionan los puntos, consecuentemente los espacios públicos. Actualmente las ciudades europeas cuentan con una alta seguridad ciudadana, nos paseamos por la calle con total seguridad, pero ¿hasta cuando durará esto?
Cuando vaciamos los espacios públicos de actividades, entonces de diversidad y complejidad disminuimos su capacidad de albergar las relaciones sociales de los vecinos.
El modelo de sociedad en el que las relaciones afectivas se desarrollaban en un espacio continuo y cercano (un barrio o una ciudad) está desapareciendo. El mantenimiento de las relaciones afectivas se ven influenciadas por una nueva condición espacio-temporal que llamamos de tipo “glocal”. Gracias a las TICs empezamos a vivir en una dimensión local y global al mismo tiempo. El modo de vida en el espacio local esta condicionado por la posibilidad de comunicarnos con personas que viven en esa dimensión global. Los procesos de migración siempre han existido, sin embargo por primera vez en la historia nos encontramos en la condición de poder guardar contacto casi cotidiano con las personas que queremos y es esto lo que genera un nuevo estilo de vida asociado a lo que hemos llamado entorno “glocal”.
En este proceso de comunicación “glocal” basado en el uso intensivo de las nuevas tecnologías la llamada “identidad digital” adquiere un enorme protagonismo. Las TICs en definitiva contribuyen a la representación y la publicidad de nuestra identidad. Estamos acostumbrados a entender nuestra identidad sólo en su dimensión presencial y la asociamos sobretodo a la actualidad; del pasado sólo mostramos los que más nos gusta. Sin embargo hoy cobra una creciente importancia nuestra identidad digital formada por toda la información asociada a nosotros presente en la red. La identidad digital se caracteriza por su dimensión temporal. El proceso de construcción de la identidad digital a lo largo del tiempo deja huella en la red y queda visible y accesible a todos. La identidad digital se percibe como la suma de la identidad del pasado (la huella) y de la identidad del presente. Estamos viviendo un claro proceso de cambio, aunque todavía podemos estar despreocupados de nuestra identidad digital, el futuro será muy diferente.
Muy pronto el concepto de identidad integrará tanto una dimensión digital, como una física.
Según Tim Berners-Lee el futuro de la red además de conectar las personas servirá para conectar los documentos con las personas. Es decir que cada persona tendrá una identidad digital a la que le estará asociado todo tipo de información y toda su actividad en Internet: los lugares donde vivimos, a donde viajamos, nuestras fotos, vídeos y contactos .
Una consecuencia de esta dinámica es la afirmación definitiva de una identidad (única) en la web, reconocible por cualquier agente, persona o aplicación.
Nuestro estilo de vida se ve afectado por el uso de las TICs. Cambia nuestro ritmo de vida, cambian los lugares donde vivimos, las personas con las que nos relacionamos. Cambia la dimensión afectiva, espacial y temporal en la que vivimos y trabajamos. Cambia la forma de mostrar nuestra identidad pública y privada. ¿Cómo afecta todo esto al espacio público? ¿Acaso nos encontramos frente a una nueva posibilidad para crear nuevos modelos de conexión social en el “espacio público sensible”? Sería interesante hacer un estudio para comparar el uso del espacio público físico con el digital y relacionarlo con sus protagonistas (usuarios y productores).
(imagen de Francesco Cingolani)
He escrito este post para el blog “La Ciudad Viva“, una iniciativa de la Consejería de Vivienda y Ordenación del Territorio de la Junta de Andalucía.
interesante y completamente cierto, me asombra la capacidad de análisis para identificar algo tan cotidiano FELICIDADES!